Por último

"...haber estado complicado con el viento que siempre tiene razón,
con la tierra y el agua y con la hierba que siempre tienen razón."
(R.G.A.)

8.9.05

Jugar y dejar jugar

Murió Nicolino Locche
Vivir y dejar vivir


El box es un gran aprendizaje de los límites, de las propias fuerzas y de las del ocasional contrincante, del espacio propio y de la mejor economía en el uso del espacio común del ringside (por más que, de tanto en tanto, alguien viole el espacio permitido para que un Dempsey apabullado vuelva al redil y termine venciendo al Torito que merecía el triunfo). En ese sentido, Nicolino Locche fue un sobrio economista, de los que no abundan en nuestro país, acostumbrados como están a manejar impunemente recursos ajenos, sin límite.
“Se nos fue Nicolino”, “se murió una ilusión”. “El intocable”, “un artista del ring”, “era como Chaplín”, se escucha ahora. Y es cierto. Cualquiera que haya visto esas peleas suyas “en blanco y negro” recuerda esa continua danza de fintas y amagues, una especie de vértigo que crecía, segundo a segundo, frente a un personaje que parecía el prototipo del “antiboxeo” y bailoteaba frente a sus rivales hasta cansarlos, con la guardia baja, poniendo la cabeza “como para que le peguen”, jugando al límite con sus increíbles reflejos y desatando una fiesta que entusiasmaba hasta a las mujeres, haciéndonos comprender que en el box no todo era cuestión de quién pega más fuerte o quién arremete con más bronca y produce más sangre. Permitiéndonos gozar del tiempo “suspendido” de los grandes espectáculos artísticos, de esa emoción que surge, incomprensible, frente a la belleza en acto. Con una fina inteligencia, se permitió volver a la esencia del box y de todo deporte: el juego. Un juego donde vale tanto el ataque como la defensa, tanto el sonido como el silencio, como sucede en la música. Un juego que, como en el caso de Garrincha o el “Loco Houseman”, no estaba limitado ni atrapado por esa fiebre del resultado, por esas formulas típicas del éxito comercial, del predominio del “showbizz” y del “time is money”, donde al grito de “matálo, matálo” unos pobres y desesperados espectadores, azuzados por una publicidad gansteril y los malos comentaristas, son capaces de sacrificar a sus propios hijos; solo saben disfrutar “a ganador”, solo saben la mitad del juego y se pierden el disfrute, la habilidad de los que lo hacen con placer. Algunos hablaban de un “boxeador humanizado”, quizá porque así compensaban su mala fe, quizá porque les permitía creer que podía haber otra forma de encarar un deporte donde, en demasiados casos, la historia, la vida de los deportistas, terminaba mal, muy mal. Creo que, mas allá de su genialidad innata, mas allá de haber contado con un gran maestro como “Paco” Bermúdez, Nicolino también fue producto de una época o mas bien del fin de una época, de un momento de nuestra historia donde aún se podía pensar en “vivir y dejar vivir”, donde lo importante no era ganar destruyendo al rival, sino cansarlo, abatirlo, disfrutando cada minuto del juego. Esos años ´60 donde todavía se vivía la ilusión mayor de un país con movilidad social, con casi plena ocupación y con un estado que podía dar educación, salud, seguridad, nafta barata y espectáculos masivos, aún en medio de golpes militares, proscripciones y estallidos sociales que anunciaban los cambios por venir. Esa vida “inocente y juguetona” que era una aventura digna de vivirse. Sin necesidad de “aniquilar” al adversario, “viviendo y dejando vivir”. Después vinieron los apuros, la imperiosa necesidad de correr los límites y ganar a toda costa. Después vino otra vida. Y otro tipo de deportes.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario

los comentarios son bienvenidos...